jueves, 25 de febrero de 2010

188.- .- VALENTÍA Leyendo juntos "¿Qué hay que enseñar a los hijos?" (Victoria Camps)

"Nuestros hijos crecen superprotegidos.(…)Les evitamos todos los traumas para que no sufran, les allanamos el camino todo lo que podemos. Con tales mimbres, ¿de dónde pretendemos que saquen energías para enfrentarse a los sucesivos disgustos y fracasos de los que nadie se libra? Parece que no estamos sacando partido de una lección que nos da a diario la sociedad de consumo: sólo vale lo que cuesta mucho dinero, lo que se recibe gratuitamente es menos apreciado por razón de la misma gratuidad. ¿Por qué no pensar que eso ocurre también con el esfuerzo no crematístico? Todo lo que cuesta un esfuerzo o un sacrificio es valioso.
No hay esfuerzo sin valentía o coraje. Luego, la valentía está en la base de cualquier valor. La valentía así entendida sigue siendo necesaria, a pesar de los siglos que han transcurrido desde que Aristóteles habló de ella, porque la valentía es ese mínimo de ambición imprescindible para vencer la apatía, la falta de pasión -eso significa a-pathía: sin pasión- por vivir. Una ambición desmesurada -muy propia de nuestro tiempo- no es aconsejable, pero sí la ambición que se fija una serie de metas, y el valor para no cejar en el empeño de alcanzarlas. Si la vida es un proyecto abierto, ¿qué sentido tiene un proyecto carente de ambición y de valor para realizarlo?

La valentía es esa fuerza de la voluntad para llegar a hacer algo y, sobre todo, para enfrentarse a los tropiezos, a las adversidades, a las dificultades con que uno irremediablemente se va a encontrar. Los filósofos medievales llamaron a la valentía fortitudo y animositas.

Ser valiente es ser fuerte y animoso ante las desgracias, saber reaccionar ante el sufrimiento inevitable, incluso cuando ni siquiera se vislumbra una razón para la esperanza. Aún hay otra razón para cultivar la valentía, la de que es un antídoto del egoísmo. Pensar en los demás, tenerlos en cuenta, olvidarse de uno mismo aunque sea momentáneamente, exige valor(p.45- 47)

Fuente: Extractos de las páginas 45-47 del libro de Victoria Camps "¿Qué hay que enseñar a los hijos?" Ed. Proteus

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domingo, 7 de febrero de 2010

187.-RESPONSABILIDAD.- Leyendo juntos "¿Qué hay que enseñar a los hijos?" (Victoria Camps)


RESPONSABILIDAD
“Los niños de las sociedades avanzadas son víctimas de una superprotección paterna y materna. Digo víctimas porque esa protección excesiva sin duda acaba perjudicándoles. La intención es buena:queremos lo mejor para nuestros hijos y entendemos que querer lo mejor es facilitarles las cosas al máximo, evitarles traumas y malos ratos, impedir que sufran y lo pasen mal. Entre los sufrimientos habituales está el de tener que responder de lo que uno hace si no ha hecho lo que se esperaba que hiciera. Pero esa responsabilidad cada vez es más complicada: porque hay menos normas, somos más flexibles, más permisivos, más tolerantes, estamos más desorientados y los cambios nos desconciertan. ¿Cómo podrá aprender un niño a responder de sus actos si no hay normas o las que hay nunca son precisas? Los castigos y los premios de épocas que ya hemos dejado atrás fueron nefastos, también lo fue la disciplina y la rigidez de las reglas que tuvimos que aprender y seguir. La idea de pecado con todos sus grados de gravedad creaba terribles angustias y un sentimiento de culpa insoportable y, además, ridículo. Una se sentía culpable de ir sin mangas o escotada, de llevar pantalones o de bailar. Pero hay una pregunta interesante que conviene hacerse: Desaparecida la noción de pecado se ha evaporado al mismo tiempo la idea de culpabilidad. ¿Es bueno que el sentimiento de culpa haya desaparecido? ¿No es inevitable para que haya educación en la responsabilidad que exista el sentimiento de culpa? No nos gusta hablar de culpa preferimos hablar de responsabilidad. Pero observamos que al desaparecer aquélla. ésta también se esfuma. Y es que la culpa y la responsabilidad son inseparables.
Los antropólogos distinguen entre dos culturas: la cultura de la vergüenza y la cultura de la culpa. Son como dos fases históricas de evolución de la moralidad. similares a la formación de la conciencia moral en el niño a que me he referido antes. La cultura de la vergüenza es más primaria. se apoya en sanciones externas y no en la convicción interna de pecado o de haber obrado mal. Uno siente vergüenza no tanto por lo que ha hecho. sino por la reacción que su supuesta falta produce en los demás. La culpa. en cambio. es el sentimiento interno de haber transgredido una ley o de haber hecho algo malo. Podemos sentirnos culpables sin que nadie repare en nuestra mala acción.
Tanto la vergüenza como la culpa han sido desastrosas y causantes de más de un desvío psíquico en la formación de la conciencia de las personas. Por eso tendemos a rechazar ambas culturas. La sanción externa que produce el sentimiento de vergüenza es propia de sociedades estáticas y homogéneas. las sociedades donde brotó y se cultivó, por ejemplo, el sentimiento del honor. Una persona deshonrada
era una vergüenza pública y debía sentirse a sí misma como causa de esa vergüenza. El sentimiento de culpa lo han fomentado sobre todo los códigos morales super rigurosos de las religiones(…). Pero volvamos a la pregunta anterior: ¿La mala conciencia, el sentido de la vergüenza o de la culpa, no son inseparables de la transmisión de valores?¿Cómo enseñar que algo está mal si no se produce al mismo tiempo un sentimiento de rechazo hacia lo malo? La moral no es una cuestión sólo de razón, sino de sentimientos. El niño no aprenderá a comportarse correctamente si no siente, al mismo tiempo que sabe, que ciertas cosas son mejores que otras”. (p. 25-26 )
Fuente: Extractos de las páginas 25-26 del libro de Victoria Camps "¿Qué hay que enseñar a los hijos?" Ed. Proteus